ALICANTE.- El castigo físico sobre los niños en el ámbito familiar
y escolar no debe ser admitido en ningún caso como estrategia
educativa, afirman los investigadores del proyecto europeo Daphne sobre
erradicación de este tipo de practicas.
El mensaje de los profesionales de esta iniciativa, la mayoría de
ellos relacionados con el ámbito educativo y psicológico, es de
"tolerancia cero" al castigo físico como estrategia educativa, en el que
no caben los cachetes ni los pequeños tirones de oreja.
España, a través de la Universidad de Alicante, junto a otras
instituciones del Reino Unido, Alemania, Polonia, Estonia e Italia,
participa en este proyecto con el objetivo de analizar qué grado de
aceptación existe en la sociedad europea a este tipo de prácticas y,
como respuesta a la misma, proponer "herramientas de erradicación".
A pesar de que en España está prohibido legalmente el uso del castigo
físico en todos los ámbitos (familiar e institucional), "existe una
aceptación social del uso del castigo físico en sus formas más
moderadas", tanto en la familia como por profesionales.
Es más, existe una falsa creencia de que el castigo físico puede ser
utilizado como estrategia de corrección, pues "ya se conoce que no es
efectiva para sus fines", recogen algunos informes de este proyecto
europeo.
La profesora de Comunicación y Psicología
Social de la Universidad de Alicante (UA) e investigadora del proyecto
en España, Ana Rosser Limiñana, ha subrayado la necesidad de que tanto
padres como instituciones dispongan de herramientas adecuadas para
educar y corregir a los menores.
Crítica con la idea de que un cachete es la "única herramienta" que
les queda a los padres para corregir determinadas actitudes de los
hijos, Rosser defiende la importancia de que madres y padres aprendan
técnicas educativas y de fomento del respeto alejadas de cualquier
maltrato ya sea físico o psíquico.
"Si corriges a tu hijo con violencia, cuando eres la persona que más
le quiere, éste entenderá la violencia" como un instrumento que puede
ser utilizado para resolver los conflictos, en las relaciones afectivas o
familiares, ha apuntado la profesora alicantina.
A su juicio, en la corrección y el aprendizaje no caben expresiones
populares como "quien bien te quiere, te hará llorar" o sobre las
virtudes de "una bofetada a tiempo...".
Según ha explicado, un amplio porcentaje de los padres que aplican el
maltrato físico sobre sus hijos es porque ellos lo sufrieron y lo
entendieron como herramienta adecuada.
El primer mensaje del informe, cuyos datos han sido analizados estos
días en la Universidad de Alicante, es de "tolerancia cero" ante el
castigo físico como estrategia educativa.
Por ello, los investigadores quieren acordar un convenio con algún
servicio o entidad de atención a familias para pilotar un programa de
capacitación de padres y profesionales.
En este proyecto, la UA ha realizado un estudio sobre las prácticas
de disciplina utilizadas por las familias, en las que han participado
460 adultos, de los que un 69% eran españoles, y 341 menores con edades
comprendidas entre 11 y 17 años.
A la espera de ser analizados más a fondo, los resultados reflejan
que el castigo físico "sigue siendo una práctica bastante extendida
entre las familias de nuestro entorno".
Más de la mitad consideran adecuado dar azotes, cachetes o bofetones a
veces, y un 16% consideran que es adecuado hacerlo a menudo o siempre.
No obstante, el informe muestra que el castigo psicológico (gritos y
descalificaciones) es aún más utilizado que el físico.
Según la encuesta, realizada a padres e hijos, universitarios y en
centros de Primaria, Enseñanza Secundaria y Bachillerato de la provincia
de Alicante, los menores encuestados estiman que en un 88 por ciento de
los casos sus padres les gritan, avergüenzan o descalifican, y entre un
30 y 40% que les dan azotes, bofetones o cachetes, e incluso los
zarandean.
Por otra parte, el 34,5% de los adultos afirmaron que recibieron
azotes, cachetes o bofetones en su infancia por parte de sus padres ante
su mal comportamiento, "existiendo correspondencia entre aquellos que
recibieron este tipo de disciplina y los que ahora consideran adecuado
utilizarla".
De las opiniones vertidas por los universitarios se desprende que el
89,7% cree que la ley debe proteger a los menores de "una disciplina
desproporcionada y agresiva", y sólo el 10,7% cree que nadie debe
inmiscuirse en la forma en la que los padres educan a sus hijos.
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