BRUSELAS.- Madrid, Paris, Londres, Berlín… Cada año miles de estudiantes
se marchan de su país de origen para estudiar en una universidad
europea durante algunos meses, la mayoría de las veces gracias al
programa Erasmus de la Unión Europea. Una oportunidad para todos de
recibir conocimientos de calidad. Pero puede que se engañen y que la
excelencia se encuentre en otro sitio, fuera de Europa.
Es lo que demuestra el famoso ranquin de la Universidad Jiao Tong de
Shanghái cuya última edición de 2012 acaba de publicarse. Esta
clasificación que existe desde 2003, mide las 500 mejores universidades
del mundo mediante la capacidad de investigación de los campus y los
conocimientos recibidos. Para alcanzar este objetivo, utiliza varios
criterios como el número de publicaciones en revistas especializadas
(«Science», «Nature»), el número de exalumnos galardonados con premios
internacionales (Premio Nobel, medallas Fields), número de
investigadores citados en otros estudios, la eficiencia académica o las
dimensiones de la institución…
Una vez más este año, la lista deja a los campus europeos fuera del
Top 20 y a los campus españoles fuera de los 200 primeros mientras que
las instituciones anglosajonas siguen copando los primeros puestos. A
ese respecto, los Estados Unidos destacan y confirman su supremacía de
los años anteriores con 150 universidades colocadas. Las cuatro primeras
son inamovibles con Harvard a la cabeza y Stanford en el segundo
puesto.
En comparación, Europa no queda muy bien parada ya que entre las 20
primeras universidades, solo hay tres que no sean estadounidenses:
Cambridge (5°) y Oxford (10°) de Reino Unido y la Universidad de Tokio
en Japón (20°). A continuación está la Escuela Politécnica Federal de
Zurich (23°) y le siguen las francesas Paris-Sud y Pierre y Marie Curie
(42°).
El Reino Unido consigue colocar 38 universidades y Alemania, 37. Pero
lo que más llama la atención es la tendencia en alza de China que
coloca 42 instituciones entre las 500 mejores del mundo aunque todas
ellas estén fuera del top 100. En cuanto a España, la Universidad
Autónoma de Madrid, la Complutense y la de Barcelona son las que están
más arriba pero a partir del puesto 201.
La lista no deja de suscitar reproches, especialmente por parte de
Europa y de Francia. En los últimos años se ha criticado mucho las
carencias y limitaciones metodológicas de la clasificación de Shanghái.
Sus criterios se enfocan demasiado hacia las investigaciones en ciencias
exactas, los premios Nobel, las medallas Fields en detrimento de la
enseñanza o de las ciencias humanas y sociales. Los criterios no hacen
justicia a todas estas instituciones tan distintas y se cuestiona su
efectividad.
Muchas universidades son lentas en adoptar el inglés como lengua de
trabajo o aun publicar en inglés, lo que les impide tener más
visibilidad. Además, hay que notar que los sistemas educativos son muy
diferentes. Existe una selección para ingresar en las universidades
americanas que no tiene lugar en países europeos como Francia. En cuanto
al criterio de los profesores premiados, tiene más que ver con la
capacidad de financiación de cada universidad. Las que disponen de
presupuestos altos son mucho más atractivas para los profesores
premiados.
Otra cuestión es la influencia que ejercen estas listas cuyo método
de valoración favorece claramente a los países anglosajones. Estas
clasificaciones se han convertido en un poderoso instrumento para
fomentar la competencia y la transparencia de las instituciones y
dirigir las políticas educativas de muchos países.
Sin ir más lejos, Francia ha cambiado su política pública inyectando
fondos extra para mejorar puestos. Muy consciente de la presencia
bastante pobre de las universidades europeas en los centros de
conocimientos internacionales, Geneviève Fiorasio, la ministra francesa
de Enseñanza Superior e Investigación ha indicado en los últimos días
que Francia forma parte de una iniciativa para la implementación a
partir de 2013, de una clasificación europea con diferentes criterios
con el fin de favorecer la elección de universidad por parte de los
estudiantes.
Pocas listas están concebidos para ayudar a los alumnos a elegir la
universidad más adecuada para ellos. Y eso lo lamenta también la
Asociación Europea de Universidades. Por otra parte, muchos expertos
advierten de los peligros de otorgarles una influencia tan importante
que se conviertan en objetivos políticos y descarten criterios tan
importantes como la calidad de la enseñanza.
Si una de las lagunas más obvias de las universidades europeas radica
en su poca capacidad para atraer talento o su escasa especialización,
se trataría de no resistirse a la internacionalización de la docencia
para dar paso a la excelencia y a la competencia. Algo que el actual
modelo universitario europeo no favorece.