domingo, 1 de febrero de 2009

Voy a 'echar' el currículo / Pilar Cambra

Lo han comprobado igual que yo, ¿no?: a medida que la crisis arrecia, el número global de currículos que se lanzan a navegar -como los mensajes en la botella de los náufragos- al revuelto mar de los posibles empleos y trabajos se multiplica exponencialmente.Y también se dispara el número de currículos que una sola persona «echa» casi desesperadamente -como un hambriento arrojaría la caña cebada a un río para obtener un humilde pescadito con el que saciar su apetito- a las aguas empresariales para pescar algo, lo que sea: una modestísima oportunidad de volver a ganarse el pan por mucho que la frente se inunde se sudor...

En circunstancias aciagas, cuando el panorama se ensombrece más y más, echar el currículo llega a convertirse -además de en la última esperanza- en la primera y principal ocupación de las y los desocupadas y desocupados. Lo que ocurre es que ese verbo, el angustiado echar, tiene una segunda acepción francamente desagradable: muchos de esos currículos -me atrevería, incluso, a decir que la mayoría- acaban siendo echados a las papeleras de las empresas a los que llegan. Y, además de penoso, ese gesto de hacer una bola con el currículo y considerarlo un pedazo de papel sin valor alguno me parece una aterradora falta de respeto hacia el ser humano, hacia cualquier ser humano... En el currículo que ha llegado a nuestras manos no vemos más que eso: un folio de papel impreso -o un mensaje electrónico- que nos resulta ajeno y distante.Es cierto que el papel no 'habla' -¿o sí?...-; pero, ¿no nos sobra ni un minuto para considerar que ese currículo que tenemos en las manos y que nos disponemos a convertir en una bola arrojadiza es un grito, una llamada se socorro, un alarido, una petición de ayuda?, ¿no podemos dedicar un brevísimo espacio de tiempo a leer lo que alguien quiere contarnos de su experiencia laboral, de sus necesidades, de su angustia?... Y, aun en el caso -muy frecuente- de que su perfil no encaje con nuestra empresa -o de que en nuestra empresa sobren alfileres por todas partes-, ¿tanto cuesta dar un vistazo al currículo y contestar a la persona que lo ha enviado, que lo ha echado, aunque sea con un «no» rotundo pero, a la vez, amable?... Hasta ese «no» es algo para el peticionario rechazado: la constancia de que su mensaje de náufrago ha llegado a algún sitio habitado y leído -incluso con comprensión y compasión- por algún ser humano al que no le da igual, al que le importa algo la (mala, malísima) suerte del náufrago.

Vale: no es menos cierto que, en numerosísimos casos, ese currículo no dice nada -o muy poco; o escasamente atractivo e interesante- sobre quien lo ha redactado... Se lo digo yo, que he leído cientos de mensajes en una botella... A veces tienes la sensación de que, salvo por los diferentes nombres y apellidos, todos esos currículos son idénticos... Iguales como cientos de gotas de agua idénticas: «mis estudios son...», «he trabajado en...», «he hecho los siguientes cursos...», «hablo estos idiomas...», «tengo los siguientes conocimientos de informática...», «dispongo de carné de conducir...», «estoy disponible para viajar...» En ocasiones, un destello de originalidad - «me gusta la arqueología y he participado en campos de trabajo de excavación»- ilumina la grisura de esas listas, tan parecidas unas a otras, de estudios, cursos y posesión del carné de conducir. Sé perfectamente que esas redacciones son de manual, que sus autores han seguido al dedillo el «cómo redactar un buen currículo en diez pasos»...Y, así, esos currículos resultan correctos, ortodoxos y se ciñen a las reglas bien establecidas. Pero, ¡qué poco dicen sobre el autor, que ha cifrado todas sus esperanzas en él! Yo no trato de enmendar la plana a quienes han escrito hasta libros sobre la dichosa elaboración del dichoso currículo... Pero sí puedo decir algo -una tontería, seguro...- sobre qué he hecho y qué hago yo con mi currículo: cuento mi vida. Así de sencillo. Voy a explicarme: mis estudios, mis trabajos pasados y presentes, mis conocimientos, mi experiencia y hasta los idiomas que hablo -o que no hablo- no son hechos aislados y fríos, no... Forman parte de un todo: lo que he sido, lo que soy y lo que aspiro a ser... Estudié determinada carrera -y no otra- siguiendo la llamada de una fuerte vocación y porque deseaba con todas mis fuerzas hacer esto y lo otro; tal trabajo me hizo feliz y, en cambio, esa otra tarea la consideré un pesadísimo yugo; necesito determinado nivel salarial porque pesan sobre mí las obligaciones que detallo; tengo objetivos muy concretos pero, además, unos cuantos sueños que voy a realizar antes de irme para el otro barrio, el Barrio definitivo; creo que tengo tales cualidades y tales defectos... Y todo eso lo cuento en breve. Ahora, un deseo de corazón: que los currículos echados lleguen a buen puerto.Y amarren en él.

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